Hombre sintetizador colocó a Zurdok al frente de la vanguardia musical mexicana.

XX | Hombre sintetizador

Carlos De La O
6 min readMay 21, 2019

Cuenta la leyenda que Zurdok Movimento fue el primer grupo no capitalino en ganar “La batalla de las bandas”, hecho que los colocó pronto en el epicentro de la escena alternativa a pesar de la corta edad de la mayoría de sus integrantes. Entonces liderada por David Garza (guitarra) y Fernando Martínez (voz), los Zurdok eran los chicos de afiche de una nueva generación de rock mexicano cuya vinculación con el imaginario del centro del país era nula. Su sonido era un extraño amasijo de rock clásico americano, psicodelia y bobalicona experimentación electrónica, cuyo principal output era un primigenio nü rock de influencia californiana. A mediados de los noventa nada del otro mundo, salvo el innegable carisma de su vocalista principal de los dos que tenía la banda (“Martz” y Gerardo “Chetes” Garza).

Aún así los surcos de Antena (Mercury, 1997) revelaban una banda con una desmedida ambición juvenil traicionada por la inexperiencia; la mayoría de los Zurdok no sobrepasaban la edad de 17 años durante la grabación del disco. Su arrojo no pasó desapercibido para su productor Jason Roberts (Cypress Hill, Control Machete) quien flexibilizó el canon del rock Adidas para permitirles incorporar juegos melódicos a dos voces y arreglos sinfónicos pocas veces vistos en México entre los gruñidos marca registrada propios del , desmarcándolos como una banda más del catálogo de Manicomio Polygram.

Posiblemente esa esquizofrenia sonora condenó a Zurdok a ser percibida como tibia en su primer intento. Aún con la contundente presencia escénica de Martz había algo en su lado melódico que ahuyentaba al público sediento de riffs pesados y rimas guturales “antisistema”. Por cada “Gallito inglés” había un “Dragón” acompañado de violines y cornos franceses. La simplicidad ramplona de “Chambi” encontraba contrapunto en la intuida psicodelia de “Nuevo sueño”. En poco tiempo Zurdok comenzó a ser caracterizada como de culto ante la pereza de intentar comprender sus derroteros musicales y la tradición de donde emanaban; aunque habrá que hacer justicia a su capacidad de seducir a través de esa estética confusa e inquietante que llamaremos por no tener otro adjetivo a la mano como indie.

Principalmente grabado en un estudio casero montado en los suburbios de Monterrey en una casa presuntamente embrujada, con Hombre sintetizador (Mercury, 1999) el combo evitó generar cualquier expectativa comercial. Más bien enfocaron sus esfuerzos en las extendidas disertaciones musicales permitidas por tener a su disposición un estudio 24/7, como por ejemplo la versión original de “Hombre sintetizador II”, que para ser incluida en el disco tuvo que recortarse a 12 minutos de sus originales 45.

Relevando a Roberts por un convoy de productores entre los que se contaban José Antonio “Potro” Farías, Antonio “Toy” Hernández de Control Machete, Ricardo Haas, además de Chetes, Maurizio Terracina y Gustavo Mauricio Hernández de la propia banda, se propusieron lograr un disco sin limitaciones donde cada productor trabajaba en beneficio del desarrollo de un sonido en concreto (uno para lo electrónico, otro para lo orquestal…), intuyéndose así un cambio en el control creativo del grupo a favor de sus integrantes más jóvenes.

Sin embargo el hilo conductor del complejo disco conceptual como el que pretendían fue llevado a buen puerto por Peter Reardon, figura de culto de la escena underground de Austin y Los Ángeles. Uno de sus principales atractivos como productor era que fabricaba sus propios equipos de grabación además de contar con un estudio repleto de instrumentos raros; un personaje que aportó mucho a la atmósfera inconfundible de las grabaciones del conjunto. Asimismo compartía con Terracina y Hernández su interés por el ocultismo, estética que abonó al aura misteriosa de todo lo que rodeó a Zurdok.

Las cosas cambiarían radicalmente en la estructura del grupo empezando por acortar el nombre de Zurdok Movimento, como adolescente que cambia su nombre de pila en pos de construirse una versión más suya de sí mismo. De la misma manera cambió drásticamente su dirección musical, llevándola a un sonido indie post-grunge melódico, concentrados en experimentar con las posibilidades que brindaban el ejercito de instrumentos a su disposición, tanto en el estudio de Reardon como en los componentes orquestales que planearon a lado del Potro Farías. Hubo en esta mezcla de ligera distorsión y melodías obscuras de tiempos lentos, la tentación de ubicarlos cerca de la órbita de Radiohead. Nada más alejado de la realidad, aunque comprensible por el refinado ambiente musical logrado por los regiomontanos en el disco.

El elemento que da cohesión a Hombre sintetizador es la afortunada mezcla de tradiciones musicales antagónicas conducidas elegantemente por Reardon, cuyo manual de uso según Chetes fue el Blur de Blur -sic- y lo entonces más reciente de Pavement. De ahí que la necedad de ubicar a Zurdok únicamente como brit olvida los recurrentes elementos de rock clásico norteamericano e indie que componen su sonido, como la distorsión potente o el uso del slide. El álbum lo mismo despliega elementos acústicos marcadamente cercanos a los Beach Boys, que armonías vocales típicamente beatlescas o figuras de bajo en repetitivo mantra psicodélico al estilo madchester. Asimismo hay un espíritu minimal el cual hace que las canciones aún en su abigarrado constructo se sientan accesibles a través de la claridad de sus estructuras melódicas.

Esa aura de enfants terribles multi-instrumentalistas jugando con todos los recursos a su alcance, desde sampleos a panderetas, ubicó a Zurdok en ese momento de transición entre el fin de una era y el principio de una nueva década en que el rock se concebía asimismo como un arte sin fronteras, como música desenvolviéndose sin prejuicios o etiquetas. Acertadamente alguien en una reseña al disco en la revista Eres comparaba el inconfundible sonido de la banda con el de Gomez o Wilco, emparentándolos con mayor tino con el neofolk o el americana más que con el coletazo finisecular del britpop más sombrío.

Gracias a esta nueva cara se les colocó en estanterías a lado de bandas pos-grunge melódicas como la Gusana Ciega, Jumbo y en pocos años Zoé -a quienes legarían el management que los llevó a la cumbre-. Evidente resultaba que la etiqueta les quedó floja al haber forjado un sonido único que a la fecha no consigue equiparase claramente con algún contemporáneo, aunque resulta justo apuntar que el año en que se editó Hombre sintetizador también fueron lanzados al mercado los igualmente vanguardistas(y ciertamente igualmente incomprendidos en el momento) Lotofire de Ely Guerra, MiniMulti de AzulVioleta, Elevator de Titan y la joya de la corona de la primera etapa de la carrera de Café Tacvba; Revés-Yo soy. Esa coyuntura permitió que la agrupación ganase su estatus de culto gracias a la percepción de que formaban parte del selecto club de arriesgados creadores que contribuían a remodelar por completo el edificio del rock en México, dándole la espalda a sus tradiciones más visibles.

La progresión de acontecimientos después del lanzamiento del disco también ayudaron a forjar esa reputación de un grupo al que se vio nadar contracorriente durante tres años, hasta el lanzamiento de su tercer y último álbum Maquillaje (2001, Universal). Parecía que Zurdok estaba condenado a pelear contra todo y todos por la osadía de extender su horizonte creativo. A eso se sumaron las bajas ventas y los conciertos donde el viejo público reclamaba las viejas canciones ante la impavidez de los nuevos vocalistas (Chetes y Terracina) quienes se repartían el peso escénico mientras ajustaban el catálogo de la banda a sus rangos vocales después del intempestivo abandono de Martz. La dificultad de traducir su majestuoso disco en vivo convincentemente poco ayudó a la de por sí tensa relación con la audiencia después de la salida del carismático vocal. Tampoco les hacía favor alguno los constantes amplificadores volados en muchas de sus presentaciones, incluida la del Vive Latino 00.

Si bien pagaron caro su engreimiento, el mismo los mantuvo a flote. En 2000 formaron parte del exitoso disco “tributo” a la película Amores perros y con una bien cimentada reputación su siguiente lanzamiento se vivió con auténtica expectativa. Chetes y Terracina se volvieron la dupla creativa a seguir una vez apoderados del timón de Zurdok. Maquillaje fue igualmente ambicioso que su predecesor, pero con un estilo musical definido, mostrando sus primeros visos de madurez. Cuando el grupo mutó a trío como Vaquero en 2004 -junto a Rodrigo Guardiola (Zoé) en la batería- una tercera grabación bajo el ala de Reardon cimentó las credenciales del duo como parte indiscutible de la vanguardia de su generación.

Hombre Sintetizador fue un disco de inesperada delicadeza y potente brío, de canciones cuyo refinamiento supo ignorar conscientemente las fronteras del sello “mexicano” para ampliar por mucho sus derroteros musicales. El año 99 atestiguó más de una de estas batallas por la integridad artística, la pelea que Zurdok dio por su derecho a expresar su verdad en sus términos fue una de tantas que el tiempo recompensaría. La exitosa gira de reencuentro en 2014 de 4 de sus 6 integrantes, corroboró que la guerra sostenida por su legado, incluso contra su propio público, valió la pena. El escenario principal del Vive Latino enmarcó la noche que Zurdok alcanzó la redención, situándolo en el auténtico estatus de leyenda que su aportación musical merece. No más y no menos.

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Carlos De La O
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Written by Carlos De La O

Parrafos sobre Arte y Música Pop.

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